Crecí con una madre que me dijo durante 18 años, tú puedes ser una mujer independiente; luego, ella se fue de este mundo.

Mis hermanas, siempre apegadas todas como una ronda.

Mi padre, nacido en el año 1910, alimentó las ideas divergentes, porque vivir en una familia de ideología proscrita en los años de dictadura en Chile, significó el terror, pero también la luz de la resistencia y de la creación.

En mi infancia siempre hubo mujeres. Mujeres al sol, en los campos de la zona central; mujeres charlando en las calles de la población. Esos fueron mis lugares seguros. Luego vino una época de muerte y degollamiento. Vino una época de cárcel y exilio. Empequeñecí de tal modo, para que nadie llegara a mi padre o a mi hermana a través de mí. A los 15 años me sumé a la resistencia chilena, con la venia de mi madre y de mi padre.

Comencé a escribir poesía a los 10 años y me hice un poco poeta, porque mi padre y luego mi maestra me dijeron que lo era. También fui una recitadora de la poesía de Gabriela Mistral en las escuelas públicas de la época.

Comencé a actuar feminista desde niña. Comencé a pensar feminista, como en un viaje que sigue siempre, desde el año 1988.

La poesía y el feminismo han hecho buena parte de este tramo. Los proyectos poéticos más memorables los he compartido con mujeres.

Tengo dos hijas, Alondra y Martina, mis compañeras de ruta.

Este proyecto es como aquel espacio seguro de mi niñez.