Por Marta Morales.
La pandemia de COVID -19 que nos afecta en este momento a puesto en jaque al mundo neoliberal tal como lo conocemos hasta hoy día y, como es de esperarse en una sociedad con profundas desigualdades como la de nuestro país, la crisis está afectando a los y las más pobres, a los y las más precarizadas.
Millones de mujeres, en América Latina y el Caribe viven del trabajo informal, es decir, trabajo precario e inestable, con bajos ingresos y desprotección social. Nuestro país, evidentemente no es es la excepción, pues tenemos una desigualdad social brutal que es lo que ha gatillado la revuelta popular que se inició en octubre de 2019.
La crisis social, política y económica se conjuga, peligrosamente, en Chile con la crisis sanitaria producto de la pandemia y está afectando fuertemente a los y las trabajadoras chilenas (cesantía, carencia de ingresos, etc). Las mujeres en el marco de esta crisis, están siendo impactadas con más violencia. Los sectores laborales “altamente feminizados” como el trabajo doméstico, los servicios e incluso el turismo, ven como un micro-organismo les ha terminado de develar su realidad más profunda.
La cuarentena voluntaria para quienes podemos o debemos dejar de trabajar, semiforzada para las mujeres que trabajan en la informalidad, agrega una carga más al trabajo doméstico.Las mujeres, principalmente las más pobres, han visto aumentar su carga de trabajo no remunerado. Las labores de cuidado – ya sea de niños y niñas que no están asistiendo a las escuelas, el redoblar cuidados de los y las adultas mayores y personas enfermas -, la presión de cómo “parar la olla” cuando ya no están ingresando los recursos económicos de antes y la necesidad de “juntar los alimentos” que antes compraban al día, son elementos que agudizan la carga de trabajo en miles y miles de mujeres, más aún cuando un gran porcentaje son jefas de hogar.
Un factor muy importante en esta sobrecarga de trabajo doméstico tiene que ver con la insistencia desde el Ministerio de Educación, para “cumplir” con el año escolar, instando a los y las profesoras a enviar guías y trabajos vía internet a los alumos y alumnas. Lamentablemente, la presión que se ejerce desde el Ministerio ha llevado a que sean enormes cantidades de documentos que llegan a los hogares por esta vía, cuando hay computador e internet, y si no los hay, las mujeres son quienes deben esforzarse para generar recursos para la impresión y salir de sus casas para proveer a sus niños y niñas del material “educativo”; junto con ello, ayudar y tratar de explicar para hacer la tarea lo que muchas veces tampoco entienden. En esta sociedad neoliberal tan competitiva no pareciera ser posible hacer otra cosa.
La sobrecarga del trabajo doméstico puede generar una profundización de las brechas entre hombres y mujeres y aumentarlas más aún en los sectores más pobres, pues es evidente que la crisis que vivimos no va afectar de igual forma a hombres y mujeres ni a los/las más ricas y a los/ las más pobres.
Esta es la ocasión para re-pensar si éste es el mundo en el que queremos vivir y pensar si una vez superada la emergencia sanitaria, seremos capaces de avanzar colectivamente hacia un país donde la justicia social y de género permee nuestra vida cotidiana .
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