Rosa Eufemia,
desde hace mucho te debo una historia
De pancitos dulces y jugos exprimidos con mantel
De rincón de botones y enaguas
De baúles de tesoros y coronas de lámparas…
De la rigidez del parkinson
Que me fue arrebatando las imágenes de infancia…
Ya no recuerdo que me hayas cargado en brazos
¿Por qué?
No tuviste el privilegio de vivir sino al servicio de otros
Tu madre
Tu padre
Tus hermanos
Tu esposo
Tus hijos
¿Tuviste alguna vez un sueño propio?
Fue la savia cargada por años
tus 13 años y dos hermanos que criar
tus embarazos infecundos y sangrientos
tu cocina olorosa
tu mirarnos y no entender porque éramos así,
tan libres, tan nosotras.
¿te acuerdas?
Hoy
Tu nombre resuena en mi memoria más que antes…
Aparece
tras cada noticia, tras la rabia,
tras la mueca con que la muerdo mis labios.
me miro en el espejo y nos veo …
nos parecemos
mucho más de lo que imaginaste algún día.
Presa desde siempre de lo que debía ser
No pudiste quebrar el círculo
No sabías como
No supimos cómo hacerlo valer
Míranos…
Crecimos de golpe,
los vestidos y zapatos de charol
yacen enterrados en algún rincón de la memoria
aferrados al borde sepia de los álbumes de papá.
Eres
la huerta con flores,
la leche con menta
el árbol de copos
el pan caliente con mantequilla
la cazuela con repollo y el dulce de moras
Eres majestuosa en la cocina que heredó mamá.
Pero también fuiste
el cuerpo que falla
la mano temblorosa
el corazón entumecido
la mirada perdida
los recuerdos mezclados
el ansia
el amor por los dulces y la pena
Te huelo,
Te pienso,
Te veo
intentando alcanzar el vaivén del pedal de la máquina,
pero cada vez lo escucho más lejos
cada vez más lejos…
y no quiero dejar de oír
NO QUIERO
por eso Rosita, esta noche
Te regalo una historia bonita y un girasol.
Daniela Guerrero
Lota – Región del Biobío